Querido diario:
Tuve que abrirme un segundo blog, porque cada vez que escribía algo en el blog anterior llamado "Sin rombos", es decir, sin censura, resulta que, el gilipollas de mi ex se ponía en contacto conmigo. Es decir, una prueba de que siempre debo hacer lo que los demás me obligan a hacer y no lo que yo quiero o lo que a mí me gustaría. Siempre hay alguien que se dedica a tocarme las narices reiteradamente y cuando no está esa persona, aparecen dos más, como las cabezas de la Hidra, que cuantas más cortabas, más aparecían.
Hacía mucho tiempo que no escribía algo que no fuese "family friendly", lo siento, ya lo dije hace muchísimos años, no soy un pony de colores, soy humana y estoy hecha de sentimientos, unos buenos y otros asquerosamente desagradables. No pretendo agradar a nadie, solo quiero un lugar en el que poder desahogarme.
Tuve una cuenta de tiktok que me vi obligada a borrar. En el momento en que dices la palabra suicidio, aunque sea dentro del contexto: prevención del suicidio, viene alguien y denuncia tu cuenta, te ponen advertencias, te dejan días o semanas sin poder entrar, hasta que, finalmente, eliminan tu cuenta. La nueva censura del "buenismo ilustrado". En mi caso no llegaron a cerrarme la cuenta, lo hice yo, porque prefería que fuese una decisión mía, aunque en realidad no lo era, yo quería continuar con mi cuenta. En el primer vídeo, que empezaba diciendo: "no creo que nadie quiera seguir esta mierda..." tuve cien mil visualizaciones. Y a partir de ahí me llegaron gran cantidad de seguidores, likes, comentarios y lo peor: las personas que me escribían por privado historias larguísimas que no quería leer.
Gente que se desahogaba conmigo, que volcaban en mí sus problemas, gente que buscaba que yo les ayudara. Me estaba ahogando y pretendían que les ayudara yo. Esa fue la razón por la que lo tuve que cerrar, la gente me veía como la solución a sus problemas, siendo yo un problema de carne y hueso.
Eso pone de manifiesto la gran cantidad de gente que tiene problemas de salud mental y no les ven solución. Si dices que no estás bien, te dan pastillas, si te diagnostican depresión, te dan pastillas, si tienes ansiedad, te dan pastillas. La realidad es que al gobierno le importamos una mierda, porque, para cuatro años que van a estar ahí, el tiempo suficiente para comprarse una casa con piscina (qué mal viven los ricos) y terminar con un sueldo Nescafé. Si realmente a alguien con poder le importaran las personas, se habría dado cuenta, y esto que voy a decir no es mi opinión, leed un mínimo de psicología y os daréis cuenta, de que sin salud mental, todo lo demás es superfluo e imposible de solucionar. Necesitamos hospitales, que contraten gente que ya está titulada en España y preparada para trabajar. Ah, pero eso cuesta dinero, no da dinero ni votos, entonces no lo hacen.
Me han cambiado el tratamiento en tantas ocasiones que ya no sé si han sido cinco, seis o siete. Cada una peor que la anterior, te dan mucho sueño, te tranquilizan y al mismo tiempo te dejan K.O. para que no des problemas. Y la atención psicológica, con mucha suerte la tendrás una vez cada diez meses. Una absoluta vergüenza, pero no pasa nada, porque cada vez que se suicida alguien entonces nos decimos a nosotros mismos que hicimos todo lo que pudimos.
No, no lo hicimos. Yo he tratado de suicidarme, yo he pensado en suicidarme, lo pienso constantemente, como una solución al sufrimiento, a la soledad y al abandono. ¿Querría suicidarme si tuviera un montón de gente queriendo ayudarme? Está claro que no. ¿Entonces qué es lo que no encaja? Pues que la verdad es que cada vez que alguien dice: quiero morirme, todos miráis a otro lado, por si acaso era broma, una llamada de atención o, sencillamente os laváis las manos como Poncio Pilatos. ¿Y si se suicida de verdad? Ah, pues fingimos que no había ninguna señal. Pues mira, esta es vuestra señal: si un día me muero por mi propia mano, aquí tenéis un: yo quería morirme y no me ayudó nadie. Ya podéis empezar a sentiros culpables, porque la responsabilidad es colectiva y no estamos haciendo absolutamente nada.
Yo soy una fiel creyente de la somatización emocional, de que todo aquello que no gestionamos se acaba enquistando y se nos pudre por dentro, primero a nivel literario y después pasa a ser algo patente, en forma de dolencia, de cáncer o de cualquier enfermedad física.
¿Qué me pasa a mí? Tengo faringitis crónica desde pequeña, porque no podía decirle a nadie: mi papá me pega. Y descubrí que, desde que abro la boca y suelto burradas incómodas para los demás, resulta que ha dejado de dolerme la garganta, qué casualidad.
Así, que, voy a seguir cortando cabezas de Hidra, como dice el título que ya le he puesto a esta entrada, porque sé que hablar os incomoda, que yo hable os incomoda, escucharme os incomoda y por eso tratáis de silenciarme siempre con un: "ya estás mejor, ¿verdad?". No, no estoy mejor, ni se me va a pasar, mi vida es una mierda y me pesa como Atlas sosteniendo el mundo.
Sé que esto va a tener consecuencias negativas para vosotros y me importáis lo mismo que os importo yo: nada. Pero al menos, cuando me desahogo, mis problemas salen de mi boca como humo de un fumador que en lugar de hacer volutas expulsa palabras que se dispersan en el aire contaminándolo todo a su paso, como ráfagas de ceniza del dragón que, después de expulsar fuego, deja un rastro de olor a quemado y suciedad.
Voy a empezar a escribir cartas a todas esas personas a las que debía haberles dicho cuatro cosas pero "era mejor no decir nada". Será mejor para vosotros porque os gusta disimular y que yo no arrugue vuestro mantel de las apariencias. En mi casa se come sobre la mesa y si la madera se ensucia y se gasta, solo son las consecuencias de haber vivido. No quiero que mi vida sea un museo por el que pasan miles de personas diciendo: "maravilloso, maravilloso" y a los cinco minutos se han olvidado de lo observado. Necesito que queden marcas sobre la mesa, porque estuve ahí comiendo en ella, necesito dejar pisadas, necesito hacer astillas en el corazón de alguien, porque si no, habrá sido como si yo no hubiera existido, y eso es lo mismo que morirse, es lo mismo que suicidarse.
A partir de ahora voy a escribir cartas de despedida que serán como "cuencos de cerezas" de la única verdad que conozco, como el discurso de Elvadine en la película "The war" de 1994 por si queréis buscar el clip en youtube porque dudo mucho que se os ocurra dedicarme más de 5 minutos de vuestra vida, como para pretender que os traguéis un largometraje para entender algo de mi vida. Pero allá los voy a lanzar al vacío, nuevamente, como verdades como puños, que es lo único que conozco. La única verdad que conozco.
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