El fin de semana pasado fui a recoger a
Anita al aeropuerto. Hacía tanto que no la veía que no sabía si la iba a
reconocer, ha venido con Sergio. Les echaba tanto de menos. Fue un fin de
semana increíble, tenemos que repetirlo pronto, pero la próxima lo planearemos
mejor, esta vez casi nos pillan. Mi vida tal y como la conozco cada día peligra
más y no es el momento de salir del armario, estas marcas tendré que taparlas
con algo de maquillaje unos tres o cinco días pero de eso te hablo más tarde.
Empezaré por el principio.
Estaba en la terminal y la vi llegar, estaba preciosa,
como siempre, con su pelo súper largo, tan negro y brillante, más que la última
vez, creo que se ha cambiado el color, me olvidé de preguntárselo. Llevaba
tanto tiempo esperando ese abrazo que casi no me di cuenta de que ya venía
discutiendo con Sergio por el camino, siempre están igual, como el perro y el
gato. De verdad que a veces no comprendo como se compenetran tanto en otros
momentos.
Me ha contado mil cosas del viejo Paris, ¡qué envidia!
Tengo tantas ganas de volver, aunque cuando estuve allí casi no salimos del
hotel en todo el día, para mí fue mágico. En seguida hemos empezado a buscar
hotel y el dilema de siempre: habitación enorme o jacuzzi. Me prometo a mí
misma que la próxima vez pasaremos por un agencia de viajes. ¡Ay dios! Odio
cuando se ponen a competir. Pero están tan… tu ya me entiendes.
Sergio ha insistido en conducir él, yo me he sentado
en el asiento del copiloto y no podía dejar de mirarle estaba guapísimo, ¿cómo
es posible? Yo cuando viajo me pongo la ropa más cómoda que encuentro, es
decir, la más fea, y llego a mi destino destrozada, solo con ganas de darme un
baño y meterme en la cama, pero este hombre llevaba un traje impecable, como
sólo él sabe llevarlos, el nudo de la corbata un poco flojo, el pelo rubio
alborotado como a propósito y conduciendo serio de vez en cuando me miraba o me
tocaba una rodilla mientras me decía que ya estábamos llegando ¡encima me
tranquilizaba a mí! Por algo Anita y yo en secreto lo llamamos “dios del sexo”,
después de dos horas en la cama, casi ni suda, ni se despeina y está perfecto
pero tú vas al baño, te miras al espejo y estás para el arrastre.
Anita por su lado estaba en el asiento de atrás del
coche criticando a las azafatas del avión por lo mal que la habían tratado,
excepto a una… creo que le gustó. Llegamos al hotel, no estaba nada mal, un
montón de estancias y de servicios que no íbamos a utilizar en todo el fin de
semana y de repente lo vimos: balneario hasta las tres de la mañana. Hasta al
serio de Sergio se le escapó una sonrisa cómplice. Corrimos a dejar las
maletas, más bien a desbaratarlo todo en busca del bikini perfecto, gritando
por toda la habitación súper nerviosas, bueno, eso Anita y yo, porque en cinco
minutos Sergio ya estaba listo con su mini bañador ajustadísimo observando como
hacíamos las tontas como siempre y él, con su maleta casi intacta y sus cosas
ordenadas ¿cómo narices lo hacía?
Mientras me quedo embobada Anita corre a “ocupar” el
baño una vez más para maquillarse, cosa que nunca entendí, se maquilla hasta
para ir a nadar, cuando está preciosa sin nada, pero ella es así, dice que es
agotador ser divina. Momento que Sergio aprovechó para acercarse en silencio y
besarme por primera vez en este fin de semana maravilloso, esto no podía
empezar mejor, ya empecé a rodearle con mis brazos cuando salió Ani del baño y
comenzó con sus celos y su competitividad asesina de siempre, le entraron las
prisas por bajar al balneario del hotel. Sergio me guió de la mano por el pasillo
hasta los ascensores, siempre es tan caballeroso que a veces creo que no es
real. Como la mirada furiosa de Ani eso sí que parece surrealista, pero a la
vez muy divertida.
Sergio se dio cuenta y le dijo que no se quejara, que
para ella también había, él estaba pegado a la pared, yo dándole la espalda
agarrando sus manos y ella me cogió de la cintura para ponerse de puntillas y
recoger un beso de Sergio no tan apasionado como el que me había dado a mí,
bueno, sólo era el aperitivo de lo que llegaría después. Antes de salir del
ascensor Sergio nos advirtió que fuésemos buenas, que era un sitio público,
¡cómo nos conoce!
Y al principio cumplimos nuestra palabra pero conforme
avanzaba el día el aburrimiento nos agotaba y empezamos a convertirlo en un
juego excitante. A Ani se le ocurrió que podía ser divertido jugar a esconderse
entre saunas, duchas y piscinas. En seguida me encontró en el baño de vapor,
estábamos solas, sólo iba a ser un beso, pero una cosa llevó a la otra y acabó
pillándonos Sergi, nos dijo que nos marcháramos de allí o nos acabarían echando
del hotel por escándalo.
Nos fuimos un rato a la piscina un rato y esta vez fue
él quien vino a buscarme, me abrazó por la espalda mientras me decía,
amortiguado por el ruido del agua, si sabía cómo le había puesto aquello y que
no podía más, nadie parecía darse cuenta de nada, excepto Ani claro, metía las
manos por dentro de mi bikini, yo las quitaba hasta que ya no pude más y
agradecí que apareciera Anita para intervenir, siempre se ponía muy celosa si
no la invitábamos, es increíblemente competitiva y eso es precisamente lo que
más me gusta de ella. Se acercó a mí y empezó a lamerme el cuello, eso me
recordó la última vez que nos echaron de un hotel y por mucho que me fastidiara
tuve que ser yo esta vez la que mantuviera la mente fría y decidí que
subiéramos a la habitación.
El camino hasta esa habitación se nos hizo eterno,
Sergi me mordía los hombros en el ascensor, Ani me tiraba miradas lascivas por
el pasillo y yo no paraba de justificar que no podíamos seguir dando la nota en
las piscinas por muy a gusto que nos sintiéramos allí. Una vez dentro Anita se
empeñó en tener sus cinco minutos para se humana, secarse el pelo y arreglarse
el maquillaje, Sergio y yo empezamos solos esta vez.
No entiendo como lo hace que en cuestión de segundos
se había quitado tanto su bañador como el mío y me había cogido enérgicamente
para tirarme sobre la cama, me cogía tan fuerte que sentía no poder escapar… me
encantaba. Hacía conmigo lo que quería, me cogía, me soltaba, me levantaba y me
tumbaba con una facilidad que asustaría si no le conociera. Me encontraba
tumbada boca arriba con él sobre mí, agarrándome por las muñecas, tan excitando
que gruñía. Le encantaba dominarme, y a mí, que me dominara. Cuando apareció
Ani con su mirada de gata orgullosa. No te la comas, le dijo a Sergi mientras se
tumbaba junto a mí con una agilidad que sólo ella tenía y empezó a besarme
despacio, se detuvo y obligó a Sergi a mirarnos desde la distancia, rara vez
obedecía sus órdenes, pero ese día creo que tenían una especia de pacto que yo
ignoraba. No sé a qué se debió que empezó a arañarme toda la piel con las uñas,
siempre las tenía tan largas, tan bonitas, pero dolían. La cogí de las manos
para que se estuviera quieta, protestaba, es terca y me encanta que lo sea pero
Sergi no nos iba a dejar mucho tiempo solas, acariciándonos.
Siempre estoy yo en medio, me encanta besarle a él,
porque ella compite por besarme a mí mejor de cómo él lo hace y me acaban
volviendo loca. Cuando estamos los tres juntos se me olvida que existe el resto
del mundo, ya habrá tiempo más tarde para acordarse de que la realidad es otra.
Sobre todo Sergi es muy cuidadoso de no dejarme marcas, a veces llama la
atención a Ani porque sabe que si algo ocurriera todo esto se acabaría. Eso es
lo que sucedió a la mañana siguiente. Despertamos y casi mato a Ani cuando vi
los arañazos en mi tripa, por suerte parecen cualquier otra cosa menos lo que
realmente son: heridas de guerra erótica.
Esa mañana decidimos tomárnoslo con mucha más calma,
ya tenía bastantes cosas que ocultar. Hicimos el amor, tranquila y dulcemente.
Por la noche salía su vuelo de vuelta a casa, tuvimos una despedida triste,
como todas nuestras despedidas. No sé cuándo volveré a verlos, pero hasta
entonces les echaré de menos, y me quedaré con mis cicatrices y mi diario que
me recordarán que no ha sido un sueño. Sonreiré como una tonta al acordarme y
esperaré impaciente hasta le próximo encuentro.
Firmado: Rombos. (Martes 3 Noviembre 2009)
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